01 marzo 2014

37 semanas... ains...

El otro día le dije a mi padre que me estaba convirtiendo en una embarazada muy quejica... jis jis jis... Y en realidad no es que me queje, sino que expongo en voz alta una realidad: no me puedo mover bien, ni sentar, ni poner las zapatillas, ni quitármelas, ni entro casi en los pantalones vaqueros (solucionado tras comprarme unos leggins), el niño no para de moverse y buscar posiciones muy cómodas para él e incómodas para mí, me veo ya todo muy grande, me he quitado los anillos de las manos, los pies los tengo hinchados y a todo esto le añado a la peque L de 3 años que quiere seguir jugando conmigo como antes.

No recuerdo así el final del embarazo de L, pero seguro que sí recordaré el final de este embarazo. De todas formas, estoy agradecida de que voy a tener la oportunidad de tener un miembro más en la familia, de aprender con él y de él; de aprender también de L y de las cosas que diga y haga... El otro día en el Lidl, L dijo, señalando unos calcetines: "¡para E!" ¡Qué tiernaaaaa!

Salgo de cuentas en un mesecillo más o menos. En realidad estoy ya de 37 semanas, así que en realidad es menos de un mes. Estoy emocionada y a la vez trato de no pensar en lo que se vendrá. Reconozco que la naturaleza es sabia, porque llegados a este punto tienes más ganas de aliviarte de tanta molestia física que no te importa pasar por el parto.

Tengo que hacer una lista de lo que voy a llevar al hospital, porque todavía no tengo la bolsa hecha. Creo que de este fin de semana ya no debe pasar.

Como parte de la bolsa, ya tengo los aceites esenciales de Lavanda y de Naranja Silvestre. Me queda pedir para el mes que viene Hinojo, porque ayuda a favorecer la leche. Y Melaleuca, ¡que de ese me queda poquito!

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