Este verano fue cuando llegó el momento.
Yo tenía sentimientos encontrados. Me encantaba dar el pecho a E, ya que sabía (y sé) que la leche materna es buena para el bebé y el niño, en el caso de la lactancia prolongada. Pero por otro lado, las tomas nocturnas no me dejaban descansar, y también hubo razones médicas que me hicieron tomar la decisión de que el momento había llegado.
A principios del verano me metí en grupos de destete respetuoso y busqué información que pudiera ayudarme. Hablaban de leer un cuento llamado "la teta cansada" para explicarle al niño que por la noche no se tomaba el pecho. Yo no lo vi práctico para mí, primero porque a mi hijo nunca le he preguntado si quería teta, sino si quería "milk". En segundo lugar, porque no se iba a enterar. Aunque a otras madres sí les funcionó y os recomiendo que lo busquéis para ver si os sirve a vosotras también.
Finalmente decidí seguir mi instinto y sentido común. Por la noche, cuando llegó el momento de acostarnos, me acosté en su cama, como todas las noches, pero esta vez no le ofrecí pecho. Cuando él me lo pedía, yo le decía que no había, y, evidentemente, el pobrecillo lloró. Me daba mucha pena, pero sabía que era inevitable. La decisión la había tomado tras una noche en la que no había dormido casi nada y me di cuenta que no podía seguir así. Fue un jueves de agosto, creo recordar,. El viernes, al día siguiente, decidí que esa noche ya no tomaría el pecho.
Creo que el hecho de tomar la decisión ese día y hacerlo sin más fue lo que me ayudó a no ponerme "trágica de pena" porque ya no le iba a dar más el pecho a E. El no haber preparación previa, pensamientos ni otras anticipaciones negativas fue bastante positivo.
Lo que más me ayudó para que E no llorara mucho fueron los libros. Cambién la rutina de la toma del pecho con el leerle cualquier libro para niños de su edad. También me ayudó, en el momento en el que se ponía a llorar, cantarle "5 Little Monkeys". Esa canción, al ser tan repetitiva y monótona en su melodía, le ayudaba a calmarse y terminaba durmiéndose.
Creo recordar que fueron dos o tres noches las que tardamos en acostumbrarnos. Yo me quedaba durmiendo con él durante la noche, para que no pensara que le abandonaba. Cuando se despertó la primera madrugada para pedir el pecho, yo le expliqué que no había, y él lloró. Pobrecillo, ahora que lo recuerdo, pero canté de nuevo "5 Little Monkeys" y se volvió a dormir, resignado. Eso pasó también la segunda madrugada. La tercera noche se durmió bastante mejor, sin llorar, con nuestro cuento y nuestra canción, pero por la madrugada, de nuevo se despertó, pero esta vez me daba patadas, me empujaba... estaba como echándome de la cama. Tardé en darme cuenta, pero era yo la que le molestaba ahí durmiendo con él.
Ya no me necesitaba durante la noche.
El pecho durante el día fue más fácil, ya que le ofrecía otra cosa, o simplemente jugaba con él. Primero fue dejando sólo una toma, en la siesta, y al cabo de los dos o tres días, él mismo me dijo que ya no quería esa toma. Era la última que quedaba, y él mismo decidió que ya no lo necesitaba.
Así que la etapa que me costaba que llegara tuvo que llegar. Sinceramente, si bien es cierto que el niño ha llorado porque quería pecho, no fue tan exagerado como yo creía que iba a ser.
Hay veces que nosotras/os mismos pensamos que algo va a ser demasiado difícil para hacerlo, y lo posponemos o lo afrontamos con miedo, pero luego el resultado no es tan catastrófico como creíamos. Creo que lo importante es hacer lo que es difícil, y de ahí, ver los resultados, que suelen sorprender.
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