En los cuatro años y medio que llevo casada he vivido en cuatro casas diferentes. Ninguna de las tres primeras tenía lo que yo quería: una cocina donde poder hacer más vida. Eran o muy pequeñas, o muy estrechas o muy triangulares (un triángulo es difícil de aprovechar). Así que cuando nos mudamos esta última casa, la cocina me pareció una maravilla. Más grande y, sobretodo, más cuadradita.
Pero había un problema, y era que tenía una mesa estrecha que había comprado para las otras cocinas. El problema era que esa mesa estaba llena de cables, papeles y otras cosas sin utilidad. Eso hacía ver la cocina bastante desordenada (aunque el resto estuviera ordenado).
La semana pasada encontré una mesa con las medidas necesarias. Es una mesa rectangular, que no ocupa mucho espacio pero que sirve para comer, leer, tomar mate... Pues creedlo, fue comprarla, quitar la mesa estrecha llena de cosas, reorganizar esas "cosas" en otros sitios y... ¡el orden y equilibrio se instauró!
Creo que estaba tan agobiada por todo lo que había encima de la mesa estrecha, que también me costaba ver cómo optimizar el espacio del resto de mi cocina. Al tener ahora la nueva mesa, he visto otras maneras de organizar mi encimera que hacen que aproveche mejor el espacio, he optimizado mi tiempo ya que los platos pasan directamente de la mesa al lavabajillas (en lugar de tener que ir de una habitación a otra recogiendo todo). Y, como el sol da en la cocina por las mañanas, se ha convertido en nuestro lugar habitual ya que es más calentito que el resto de la casa.
Me gusta pensar que he quitado "clutter" de mi "hot spot"... pero eso es algo que explicaré en la próxima entrada...
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